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fuente: Asociación Patriada por la historia.
...piensa Real de Azúa en el 59, el Uruguay ha perdido esa inflación ideológica del momento excepcional de la Segunda Guerra Mundial y Corea y hay una cierta perplejidad ante el cambio general de la situación mundial, con el surgimiento entonces en sus albores del “Tercer Mundo”, de los nuevos “no alineados”, etc. Y más cerca de nosotros, la propuesta argentina de 1956 de un pacto del Atlántico Sur con Brasil y Uruguay, las nuevas conferencias económicas de Buenos Aires, etc. Todo esto, exige para Real de Azúa la nueva “búsqueda de una conducta”, Exige generar una nueva política internacional para el país, dadas las nuevas condiciones que paulatinamente cambiaban el panorama en que se enfrentaron “las dos corrientes”
.Este ensayo de Real de Azúa de 1959, el más sagaz que se haya escrito sobre nuestra política internacional, no tuvo continuación. La siguiente década del 60 es sumariamente juzgada por Real de Azúa en un ensayo de 1971, “Política, Poder y Partidos en el Uruguay de Hoy” (publicado en la obra colectiva “El Uruguay Hoy”, Ed. Siglo XXI, México, 1971). Piensa allí que ha faltado una política internacional en el Uruguay, luego del paroxismo que estudió anteriormente. Ahora le parece ser “más borrosa aunque también más discreta”, Es verdad, pero no suficiente. Pues en ese lapso se plantean muchos gérmenes para nuestro futuro, se van poniendo condiciones para esa “nueva conducta” que requería Real de Azúa, y que no capta adecuadamente, aunque se muevan en una lógica a la que el mismo Real apuntaba.
Veamos ese nuevo acontecer internacional, a nuestros ojos promisorio en su discreción. Ante todo, la resolución de uno de los problemas fundamentales del Uruguay, condición ineludible de toda vuelta hacia la Cuenca del Río de la Plata. Y es el haber terminado la indefinición de fronteras con Argentina. En los años 60 y comienzos del 70 Uruguay y Argentina definen con claridad, primero los límites en el río Uruguay, en función de la represa hidroeléctrica del Salto Grande; luego los límites del Río de la Plata. Un jalón histórico. Dejamos atrás aquella herida que tuvo ecos circunstanciales en 1912, en el “Uruguay Internacional” de Herrera. La comparación es útil para ver lo nuevo. En aquella obra de Herrera, sólo existía para nosotros el Río de la Plata, y el Atlántico Sur era sólo agua. Ahora comienza a aparecer cada vez más una conciencia que el Uruguay no está inserto solamente en el Río de la Plata, sino en el Atlántico Sur. Empieza a aparecer el Atlántico, hasta la Antártida, en la conciencia histórica del país. Empezó con la antes mencionada propuesta argentina del 56, luego con las operaciones Unitas y con la cuestión de las “doscientas millas” que habían iniciado Ecuador, Perú y Chile y que permiten al Uruguay penetrar en el océano abiertamente. Es un retomar el origen de posición clave en el Atlántico Sur. Nosotros, que, en tiempos de los Reinos de Indias habíamos sido una Cartagena del Atlántico, gran base naval meridional que alcanzaba al África, nos volvimos, desde la Independencia, ribereños. El océano quedaba, con las Malvinas, británico. Ahora es ya otra historia. El Uruguay recupera conciencia atlántica, ya no basta entrar en el río hasta la cintura. Ahora comienzan otras pesquerías. Es un síntoma que el primer libro que realza esta nueva dimensión es de 1973, cuando Leslie Crawford escribe “El Uruguay Atlanticense y los Derechos sobre la Antártida”. Arreglamos los límites, podemos ir más allá de los límites. Es una dilatación latinoamericana. Si nos dilatamos hacia el mar, también tenemos que dilatarnos, bajo otras modalidades, “tierra adentro”.
Y aquí estamos en el otro punto. Bien señalaba el Sr. Ministro Iglesias, que una de las últimas preocupaciones de Real de Azúa fue el destino de los pequeños países. Quizás haya sido su último estudio. Un fragmento fue publicado bajo el título “Las pequeñas naciones y el estilo de desarrollo constrictivo” (Revista de la Cepal No. 4, 1977). Es un estudio lleno de pesimismo. Creo que en Real, así como en su “España de cerca y de lejos” de 1943 reivin-dicaba el papel de los países pequeños, ahora se percibe una inmensa duda no sólo sobre los pequeños países en el mundo contemporáneo, sino incluso sobre el porvenir de América Latina (”El clivaje mundial eurocentro-periferia (1500-7900) y las áreas exceptuadas para una comparación con el caso latinoamericano”, Montevideo 1976). Sin duda, este clima respondía a la experiencia angustiosa de Real de Azúa por la situación obturada del Uruguay en los tiempos de la dictadura. Estaba afectado muy profundamente. Eso lo conocíamos bien, ya que en aquellos tiempos acostumbramos a encontrarnos con varios amigos -y aquí el contador Alberto Couriel lo puede recordar- todas las noches en la Puerta del Sol, en un paisaje que más parecía lunar, del 75 montevideano. Yeso, creo, pesó mucho en la visión postrera de Real. Siento que su muerte no fue ajena a aquella desolación.
Y aquí una última y muy personal reflexión final. La vida de Real de Azúa transcurrió -en cuanto a lo internacional- al fin de la inserción del Uruguay, del Río de la Plata, en la órbita de Gran Bretaña. Vivió la irrupción poderosa del Panamericanismo. Vio cómo el país ya no era “funcional” en ese nuevo mundo, donde era retenido por razones geopolíticas pero no económicas. Así, era la crisis del “desarrollo hacia afuera”. Volvíamos incluso a pesar nuestro, a ser frontera americana, es decir, rioplatense y latinoamericana. La vida de Real de Azúa es el recorrido de esa crisis, de esa transición hacia lo desconocido de nuestro país. De ahí la aguda conciencia y pasión histórica de Real de Azúa, la sensibilidad de sus antenas, su hondura barroca, que cala debajo de lo fácil y lineal vigente, lector del revés de la trama. ¿y qué hay entonces de esa “en búsqueda de una nueva conducta”?
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